Beth Harmon, la chica que descubre el ajedrez a los ocho años y que como el Dr. B de Zweig
se convierte en maestra jugando partidas en el tablero de su mente, es
un personaje simplemente inolvidable. Huérfana de tendencias
autodestructivas, limitada allí donde no es genial, Beth tiene el punto
necesario de humanidad para convertir en creíble su historia de jugadora
intuitiva, y para conseguir que el lector se implique emocionalmente
con su desigual lucha contra todo.
Tevis dibuja con maestría el ascenso de la chica no
hasta la cima absoluta, lo que seguramente hubiera restado verosimilitud
al relato, pero sí al menos hasta el éxito. En su camino, nos mostrará
el universo claustrofóbico y obsesivo del ajedrez, con todo su abanico
de característicos: el jugador talentoso pero de atención errática, el
monomaníaco falto de imaginación pero con miles de variantes
memorizadas, la maquinaria de estudio soviético que convirtió el juego
en una ciencia casi estadística... Un microcosmos representativo de
nuestra sociedad en su conjunto y de las distintas actitudes ante
dificultades de la vida que son, tantas veces, meras partidas de
ajedrez. Al igual que, en otras ocasiones como las que presenta este
libro, el juego puede ser más grande que la vida.
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