lunes, 27 de agosto de 2018

THERESE RAQUIN, EMILE ZOLA

OPINIÓN : ACEPTABLE

No es Thérèse Raquin un libro fácil de leer, y por lo que cuenta su autor, el mismísimo Émile Zola, en el prólogo que lo acompaña, tampoco fue fácil de leer en la época en la que fue publicado, en la segunda mitad del siglo XIX.

 Al parecer, el libro, ejemplo perfecto de la corriente naturalista (realismo más bien sucio, emocional y plagado de miserias, muy acorde con la época en la que surgió), fue acusado de salvaje, obsceno, y no sé cuántas cosas más… 

En esta ocasión, Zola cuenta la historia de una pobre muchacha hija de un francés y una argelina que murió enseguida, y que es criada por su tía, una mujer humilde y generosa pero obsesionada con darle lo mejor a su enfermizo único hijo, Camille. Tanto, que prácticamente obligará a la silenciosa y aparentemente serena y conformista Thérèse a contraer matrimonio con él. Obviamente, a la joven, nada atractiva pero con mucha más vida de lo que su austera apariencia da a entender, verá en esta unión con un ser tan detestable como su primo su única opción, pero todo cambiará cuando conozca a Laurent, un compañero de trabajo de su esposo (ambos trabajan en los ferrocarriles de Orleáns), que es justo lo contrario a él: masculino, muy atractivo, bravucón y un vago consumado que se las da de pintor pero que lo único que desea es vivir trabajando lo menos posible.

 La pasión de Thérese y Laurent brotará enseguida, desbocada e incauta, y Zola deja bien claro al lector que ello es debido a la desesperación de la joven, que se ha pasado la vida controlando sus emociones y deseos más ocultos. Tanto, que los amantes planearán un chapucero crimen para llevarse por delante al delicado Camille, sin saber que ese asesinato será su perdición…

En manos de otro autor de su época y dejando de lado el naturalismo, este libro podría haber sido una prima segunda de Madame Bovary sólo que con un asesinato premeditado y de consecuencias desastrosas, pero hablamos de Zola, por lo que el resultado es una historia repleta de descripciones de escenarios y seres humanos oscuras, hediondas, desesperanzadoras y un poco asfixiantes. Uno puedo llegar a ponerse en la piel de Thérèse y comprender su repulsión por Camille y la vida que le ha tocado en desgracia, pero es que la misma anti-heroína del libro echa para atrás. Ni siquiera Zola la dota de una belleza clásica y delicada que podría otorgarle (de forma injusta, pero es así) la simpatía del lector. Porque en Thérèse Raquin no existen la complacencia o la piedad: sólo es la historia de un grupo de personajes feos e indignos en un lugar y en una época duros y amargos.

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